Mi abuela siempre me decía:
Si quieres de la vida gozar,
tienes que aprender
a ver, oír y callar.
Así fui aprendiendo
a no hablar
de lo que no conosco,
y a no adelantar juicios o
tomar partido por una verdad
de la que sólo conosco
un lado de la historia,
a analizar lo escuchado
e informarme concienzudamente,
antes de formarme un juicio.
En suma, aprendo a hablar
tan sólo de aquello
que en verdad conosco,
y sólo si es benéfico
para quien escucha, o lee.
Así aprendí,
a no creer todo lo que me digan
y constatar informes y opiniones antes;
aprendí a conducirme
en la vida con objetividad
sabiduría y ¡sobre todo prudencia!