“Transfórmate a ti mismo y habrás cumplido con la parte que te corresponde para ayudar a transformar el mundo.
Es sólo desterrando el odio de nuestros corazones como nos será posible vivir de modo semejante a Cristo.”
No son realmente los pensamientos efímeros ni las brillantes ideas los que rigen tu vida, sino más bien los simples hábitos de cada día.
Vive en forma sencilla y no te dejes atrapar por las complejidades del mundo, pues es demasiado exigente.
Cuando finalmente logras obtener los que anhelabas, los nervios están agotados, el corazón maltrecho y hasta los huesos te duelen.
Adopta la determinación de desarrollar tus facultades espirituales desde ahora en adelante. Aprende el arte de vivir con rectitud.
Si tienes gozo lo posees todo, aprende, pues, a permanecer alegre y satisfecho.
Se felíz ¡ahora!
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