Paz interna
La paz de Dios mora en la quietud de mi corazón.
En la quietud de las horas tempranas de la mañana, entro en el silencio de la oración. Siento la serenidad y la bondad de Dios en mí en ese momento de calma infinita. Al comenzar mi día, no estoy en desacuerdo con nada ni nadie, ni preocupado por una condición. La paz divina me fortalece y faculta para ofrecer paz y amor a los demás. Mi disposición de amar es Dios expresándose por medio de mí.
Este amor bendice a las personas que comparten conmigo el viaje de la vida. Durante las horas más ocupadas del día, regreso a la paz que me proveyó la mente tranquila de la mañana, y actúo según mi fe. Mi espíritu tierno es un bálsamo que vence cualquier disturbio. La paz que siento y comparto es la paz de Dios.
La paz os dejo, mi paz os doy.—Juan 14:27
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