SI QUIERES CAMBIAR TU CUERPO, CAMBIA PRIMERO TU CONSCIENCIA.
Nuestras células escuchan constantemente a nuestros pensamientos y se ven cambiadas por ellos. Un ataque de depresión puede causar desastres en el sistema inmunológico; enamorarse puede fortalecerlo. La desesperación y falta de esperanza aumenta el riesgo de sufrir ataques cardíacos o contraer un cáncer, acortando así la vida.
El gozo y la satisfacción nos mantienen saludables y prolongan la vida. Esto significa que no es posible trazar con certeza la línea entre biología y psicología. El recuerdo de una tensión, que es sólo una brizna de pensamiento, libera el mismo torrente de hormonas destructivas que la tensión en sí.
Como la mente influye sobre todas las células del cuerpo, el envejecimiento humano es fluido y cambiante; puede acelerarse, demorarse, detenerse un tiempo y hasta revertirse.
Si uno se conociera tal como es, comprendería que es la fuente, el curso y la meta de toda la inteligencia fluyente. Lo que las tradiciones religiosas del mundo llaman espíritu es la totalidad, la continuidad de la conciencia que supervisa todos los fragmentos y
las piezas de la inteligencia. Son los vacíos en el conocimiento de nosotros mismos los que nos hacen víctimas de la enfermedad, el envejecimiento y la muerte.
Perder la conciencia es perder inteligencia; perder inteligencia es perder el dominio sobre el producto final de ésta: el cuerpo humano.
Por lo tanto, la lección más valiosa que puede enseñarnos ese nuevo paradigma es ésta.
Nuestras células escuchan constantemente a nuestros pensamientos y se ven cambiadas por ellos. Un ataque de depresión puede causar desastres en el sistema inmunológico; enamorarse puede fortalecerlo. La desesperación y falta de esperanza aumenta el riesgo de sufrir ataques cardíacos o contraer un cáncer, acortando así la vida.
El gozo y la satisfacción nos mantienen saludables y prolongan la vida. Esto significa que no es posible trazar con certeza la línea entre biología y psicología. El recuerdo de una tensión, que es sólo una brizna de pensamiento, libera el mismo torrente de hormonas destructivas que la tensión en sí.
Como la mente influye sobre todas las células del cuerpo, el envejecimiento humano es fluido y cambiante; puede acelerarse, demorarse, detenerse un tiempo y hasta revertirse.
Si uno se conociera tal como es, comprendería que es la fuente, el curso y la meta de toda la inteligencia fluyente. Lo que las tradiciones religiosas del mundo llaman espíritu es la totalidad, la continuidad de la conciencia que supervisa todos los fragmentos y
las piezas de la inteligencia. Son los vacíos en el conocimiento de nosotros mismos los que nos hacen víctimas de la enfermedad, el envejecimiento y la muerte.
Perder la conciencia es perder inteligencia; perder inteligencia es perder el dominio sobre el producto final de ésta: el cuerpo humano.
Por lo tanto, la lección más valiosa que puede enseñarnos ese nuevo paradigma es ésta.
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