Afortunado
Mi fortuna yace en el fluir eterno del amor de Dios.
Mi fortuna no está en bancos ni en inversiones. Ni siquiera está en el paisaje más impresionante de la naturaleza ni en la melodía más dulce. Aunque siento gratitud por cada regalo tangible que enriquece mi vida, reclamo una fortuna eterna que es mayor que toda cosa llámese bienes materiales.
Mi fortuna yace en saber que soy una con Dios. Este conocimiento asegura provisión infinita, vida sanadora y amor incondicional para mí y para mis seres queridos.
No temo perder mi fortuna, ni que me la roben o la destruyan, porque es parte de quien soy. Soy la hija del Creador Divino, por siempre en el fluir de Su amor.
Haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho destruyen, y donde ladrones no entran ni hurtan.—Mateo 6:20
Bendiciones,
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