EL CAMBIO EMPIEZA EN UNO
El cambio comienza en uno y se proyecta en lo externo.
Las emociones negativas (como el enojo, la frustración o la ansiedad) no son provechosas, desde ya.
No podemos cambiar a los demás, así que el verdadero truco está en cambiar nuestras reacciones.
La ira, por ejemplo, es particularmente mala, porque se extiende con suma facilidad.
Pensarlo así: si tu te “descargas” con alguien, digamos un compañero de trabajo, ese alguien a su vez probablemente necesite “volcar” esa energía negativa en un tercero, que puede ser su pareja; a su vez, esa persona puede trasladar esa furia a su hijo, que puede luego llevarla a la escuela, donde se la pasa a la maestra.
¡Una cadena infinita que empeora, en definitiva, el ambiente en el que vivimos todos! Pésimo negocio.
En india enseñan tres pasos simples para intentar controlar la ira, y evitarnos así la vergüenza y el daño que provoca ser esclavos de una emoción baja.
El primer paso es pensar en uno mismo, y mirar los propios errores o desaciertos con lupa, como si fueran enormes, para entender que nadie está exento de equivocarse.
Incluso, pensar de qué modo podríamos nosotros haber causado esa situación que tanto nos afecta.
El segundo paso es mirar los errores de los demás como si fueran insignificantes, por más grandes que sean; comprender que todos estamos aprendiendo a vivir, haciendo lo mejor posible, y tomar a cada persona como un maestro que nos ayuda a mejorar.
Y por último, hay que recordar siempre que todo lo que sucede es perfecto por el solo hecho de que sucede.
Todos somos perfectos, todos somos lo mismo. Si nos enojamos con otros, nos enojamos con nosotros mismos, con el universo, con Dios.
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